lunes, 15 de febrero de 2010

Redefiniendo la violencia...

                                                      Por Damiano Laura
 
El hecho de que el rol adulto, se encuentre debilitado obedece entre muchos factores, a un empobrecimiento de la autoridad de los adultos en su relación con niños, niñas y adolescentes.
Ya de esto han escrito muchos autores, entre ellos, destacamos lo descripto por Hannah Arendt, en 1972, como el derrumbe de las autoridades tradicionales y le investía gravedad al observar que la crisis de esto “ha ganado las
esferas prepoliticas, como la educación y la instrucción de los niños, donde la autoridad, en el sentido mas amplio, siempre fue aceptada como una necesidad natural, manifiestamente requerida tanto por necesidades naturales, la dependencia del niño, como por una necesidad política: la continuidad de una civilización constituida, que solo puede estar asegurada si los que nacen son introducidos a un mundo preestablecido, al que nacen como extraños”.
La autoridad es, “menos que un orden y más que un consejo. Es lo que no implica la obligación de ser escuchado u obedecido, sino todo lo contrario. Es ese “poder que acuerda la legitimidad”.
Entonces aquello que sostiene la autoridad de uno frente a otro es su razón de ser, aquello que justificara en la relación con los otros, la posibilidad de actuar sobre los demás habilitando el cambio, el crecimiento.
Con que nos encontramos hoy, principalmente en E.S. y en los últimos años de E.P., en que se rigidizo esa legitimidad, se cree que el poder es dado de una vez y para siempre, que este no será cuestionado y no debe serlo pase lo que pase, hagamos lo que hagamos, y por el contrario la “Autoridad Humana es esencialmente perecible: en cada momento la posibilidad voluntariamente reprimida de la reacción puede actualizarse” y así anularla; y es a partir de los 11, 12 años donde los adolescentes comienzan a transitar un ciclo vital, caracterizado por el cuestionamiento, donde construyen una forma de mirar el mundo, atravesada por múltiples miradas, pero que la elaboración de su mirar los posiciona desde un lugar, muchas veces intransigente, y es así que chocan intransigencias.
Kójeve, ya en 1942 expresaba que, “Solo hay Autoridad allí donde hay movimiento, cambio, acción (real o al menos posible): solo se tiene autoridad sobre lo que puede reaccionar, es decir, cambiar en función de lo que, o de quien, representa la Autoridad (la encarne, la realice, la ejerza). Y evidentemente, la Autoridad pertenece a quien hace cambiar y no a quien experimenta el cambio: la Autoridad es, en lo esencial, activa y no pasiva.”
La misma está dada dentro de una relación entre dos o mas personas, es un fenómeno social y subjetivo, encuadrado en la actualidad bajo la nominación de relación asimétrica, por supuesto que las relaciones entre personas son definidas entre estas personas, y confirmadas y sostenidas también por las personas del contexto que avalan la misma. Es por esto que negar la legitimidad de la Autoridad, por ejemplo de los padres hacia la escuela, es la destrucción de la misma, como también de la autoridad parental, que cuestiona la autoridad de quienes ellos eligen para la instrucción de sus hijos; el mismo proceso se puede y se da en muchas ocasiones en forma inversa, entonces los adultos de ambos sistemas destruimos la legitimidad de la autoridad del otro y la propia, generando con esto confusión, intranquilidad y desorganización.
La autoridad entonces requiere de ciertos elementos que le permiten su continuidad, el sostenimiento de su legitimidad, a saber: marca limites, hace cumplir normas de convivencia socialmente aceptadas por todos los miembros de nuestra sociedad, transmite propósitos, el cumplimiento, que se da a través de una relación asimétrica entre personas (jerárquicamente distribuidas), con una comunicación asentada en el respeto, en la notificación clara de los requerimientos, en la definición concreta de funciones y objetivos. “Cuando faltan algunos de estos ingredientes, cuando se escamotean, cuando se falsean, desaparece la autoridad y queda un peligroso vacío que suele inundar súbitamente el autoritarismo”.
Ahora bien, hemos profundizado en el concepto de legitimidad; cuando hablamos de relación asimétrica, nos referimos a que en todo intercambio, en toda información entre dos o mas integrantes de un sistema, los mensajes referentes al contenido van acompañados de otros atinentes a la definición de la relación. “Por eso toda comunicación y, en consecuencia, toda conducta interactuante implica la inevitabilidad de la definición de la relación”. Existen diferentes tipos de relación a definir en nuestros diferentes contextos, de acuerdo al rol y función que desempeñemos, de esta forma nos encontraremos definiendo relaciones complementarias; rígidas o flexibles, simétricas y asimétricas.
Dentro del contexto familiar y/o escolar, donde como objetivo fundamental tenemos que educar e instruir a adolescentes y jóvenes para que tengan un desenvolvimiento social coherente con los parámetros acordados por todos, la relación funcional es la asimétrica, afirmación compartida por autores como Tenti Fanfani, Sinay Sergio, Bleichman, y otros.
En la relación simétrica, diferenciándola de la asimétrica, se genera entre los participantes de la misma una escalada competitiva que violenta la relación y empodera a los adolescentes y jóvenes, ubicándolos en soledad al frente de decisiones que no pueden manejar, por el simple hecho de que no han desarrollado aun todas las capacidades emocionales requeridas para las definiciones cruciales en sus vidas, como por ejemplo, el concurrir al colegio.
En este tipo de relación hay una descalificación constante del otro, en la reafirmación propia, (del proceso de construcción del mundo que realizan los adolescentes en esta etapa) perdiéndose la posibilidad de fortalecer a los adolescentes y jóvenes para el desenvolvimiento en su vida adulta.
Es necesario poner de relieve la importancia de no reducir el concepto de fortalecimiento, al de empoderamiento, dándole la significación de otorgar poder al individuo, resaltando el desarrollo de capacidades individuales. Hablar de procesos de fortalecimiento implica desarrollar las capacidades de los sujetos en el marco de exigir el cumplimiento de los deberes, ejercer los derechos ciudadanos y ocupar el espacio público.
La relación asimétrica, ubica a cada uno en el lugar correspondiente y desde allí se encuentra la forma de dialogar, la posibilidad de negociación entre adultos y adolescentes, de escucha, significando y resignificando a partir del respeto por los intereses y necesidades mutuos.
Padres y docentes, intervienen en la constitución del universo simbólico y material en tanto referencias para el joven del contorno social, sin embargo las condiciones del ejercicio de lugar de adulto, hoy pone en riesgo ese proceso de subjetivación.
Su vida emocional se ha construido con los elementos que tuvo a su alcance y que ha sostenido a lo largo de su vida como una verdad. Construye sus relaciones sobre la base de un modelo, dado en la crianza y en la relación con esos seres que delinearon su personalidad y su conducta y lo llevaron a hacer una determinada lectura de lo que esos adultos significativos esperaban de él, es decir, sus conductas responden a ese modelo.
Como sostiene Silvia Bleichmar asistimos en esta etapa histórica por procesos de des-subjetivización a los que es inevitable que los adolescentes sean arrasados por las mismas condiciones que rigen al conjunto de los seres humanos que integran hoy nuestra sociedad.
A ello se suma el hecho de que la escuela ha perdido su capacidad de producción de subjetividad y además, esta destituida, en la posibilidad de construcción simbólica.
“Estamos ante una ausencia no material, edilicia o burocrática sino precisamente subjetiva y constitutiva.”
Es dentro de estas particularidades socios históricas e institucionales que las sociedades construyen a la juventud como un hecho social inestable, que oscila entre los límites movedizos de la dependencia infantil y aquello que caracterizan como autonomía adulta, característica por excelencia de esta etapa evolutiva, la ambivalencia.
Los jóvenes han sido despojados como responsables mayores de un proyecto trascendente. Es decir, son percibidos como una categoría que se constituye en marcos inestables, confusos, construida simbólicamente por promesas, amenazas, miedos, sospechas, atravesadas por miradas que la excluyen o intentan controlarla.
Categoría que remite a una juventud desamparada, quien no encuentra herramientas para poder enfrentar sola situaciones que la desbordan y tampoco tiene un adulto que le aporte un vínculo que lo resguarde de ese desvalimiento.
Para un sujeto, la única posibilidad de poder ingresar a la cultura, de poder civilizarse y de poder controlar sus impulsos es que haya otro que intervenga como posibilitador de un espacio seguro para procesar la realidad.
Los jóvenes no encuentran adultos que puedan orientarlos para enfrentar los problemas que adolecen, hecho necesario para una posible construcción de subjetividad.
“Hubo un tiempo que se decía que la adolescencia es lo que “adolece”, al respecto Larrosa cuando habla de la experiencia la entiende como aquello “que nos pasa, o lo que nos acontece, o lo que nos llega. No lo que pasa, o lo que acontece, o lo que llega. Por extensión cabría pensar que la experiencia de la juventud “adolece” y “nos adolece” ante el desprecio social, la indiferencia por su suerte y una íntima desorientación.”
Es preciso recordar que los jóvenes son vulnerables, no solo por las situaciones que atraviesan en la actualidad, que están revestidas de una mayor complejidad, sino que no cuentan con las herramientas y recursos, emocionales, psíquicos, materiales para su posible resolución.
Si asimetría es ubicar al adulto en el lugar de facilitador del proceso de crecimiento, esto es posible, aunando criterios entre los adultos, acordando que esperamos de ellos como sujetos, portadores de una historia, de una configuración que marca y atribuye sentido a sus vidas, necesitados de una mirada adulta, autorizada.

Bibliografía


Kójeve, Alexandre. “La noción de autoridad”. Ed. Problemas Claves. Año: 2006
Sinay, Sergio. “La sociedad de los hijos Huérfanos”… Revista electrónica “Perspectivas Sistémicas”. Fecha: Septiembre 2009.
Selvini Palazzolli, M. y Otros. “El mago sin magia”. Ed. Paidós. Año: 1993
Comunicación 04/09
Cesca, Patricia. “Adultos y Jóvenes” Fecha 2 de Octubre de 2009



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