sábado, 13 de febrero de 2010

Comunidad, familia y escuela.

El desafío de hoy
Por Negri Roberto
El mundo ha cambiado. Esto que parece una obviedad, no lo es tanto, ya que a pesar de las verdades que encierra la premisa, por algún tipo de inercia, tanto a nivel individual, social, institucional o comunitario, seguimos actuando, pensando, interviniendo como si nada hubiese pasado. Evidentemente somos portadores de ciertas estructuras mentales que no nos permiten visualizar adecuadamente la realidad social.
Entonces nos empeñamos en aplicar algunas herramientas, que técnicamente pueden ser valiosas, a lecturas parciales, distorsionadas o superficiales de muchas situaciones críticas. Cuando esto sucede nos transformamos en agentes que promueven la permanencia, el no cambio. Somos un obstáculo más que solo confirma las difíciles situaciones de vida de muchos sujetos.
Pero para poder comprender adecuadamente en qué punto nos encontramos actualmente, es útil describir aunque sea brevemente, el proceso social que en su devenir fue construyendo los actuales elementos de análisis, en especial con relación a la familia que es nuestro grupo de interés.
A lo largo del tiempo, el hombre ha desarrollado distintas formas de organización social y junto con ello, la familia, organización básica, también ha tenido cambios de importancia. En otras palabras, la familia, como estructura dinámica, conformada por un sistema de relaciones interpersonales, determinado a lo largo de su existencia por el orden social, se caracteriza por ser una organización en movimiento, sometida a cambiar a lo largo del tiempo, sosteniendo elementos que conserven su identidad.
Alguna de las marcas de la historia se reconocen en sus nuevas configuraciones, en la asignaciones de roles y funciones a sus miembros, en la dinámica comunicacional, en la afectación de su eficacia como transmisora de normas y valores y por ende en la producción de subjetividad.
Pero lo característico de la nueva situación no es que pasamos de una configuración a otra, sino de una totalidad articulada a diversas formas con estructuras normativas desdibujadas.
Varios aspectos fueron afectando la organización familiar y produciendo lentamente cambios que nos llevan a la situación actual. Los avances en el campo científico tecnológico, la notoria apertura social con relación a muchos temas como la identidad sexual, modificaciones en las representaciones de género; la alteración general de la autoridad de los padres y su consecuente dificultad para la inclusión de límites, el síndrome de la adolescencia eterna.
Todos estos cambios se ven reflejados en grados de avances, pero también presentan ciertas dificultades. Para la mujer, por ejemplo, que ha ganado en comportamientos más libres, autonomía, afirmación de derechos y cierto escalamiento en la pirámide de poder y jerarquización en la vida social, tiene como aspecto negativo la multiplicación de tareas y esfuerzos con un notorio desgaste psicofísico.
En los niños se observan diversas formas de desamparo y el desplazamiento de las funciones de cuidado hacia sí o sus hermanos y en otros directamente dejados a su suerte, arrojados a enfrentar la vida con las escasas herramientas con las que puede contar a una temprana edad.
Los divorcios, separaciones y las nuevas formas de parejas desafían también a sus integrantes en la capacidad de transitar vínculos y condiciones nuevas. Recrear reglas y flexibilidades que aseguren su pertenencia a una nueva trama familiar.
Esta exigencia conduce en ocasiones a individuos y grupos a formas fallidas de adaptación a los parámetros que ofrece la cultura y la realidad social.
En este contexto de cambios, no podemos dejar de mencionar en nuestra realidad más cercana, la situación de los sectores más vulnerables. En ellos es habitual encontrar la convivencia habitacional con características de hacinamiento de varias generaciones y sus consecuencias, como la pérdida de identidad.
La familia encierra, aun en estas condiciones, para la gran mayoría, mucho de lugar deseado y valorado. La crisis y la fragilización de la estructura familiar, que en algún lugar implica una crisis más profunda en toda la organización patriarcal está haciendo que los principios socializantes ligados a la figuras de autoridad estén en crisis. Es evidente un nuevo equilibrio de poder entre las generaciones, donde si bien se mantiene una relación de asimetría, esta se presenta mucho menos marcada y de manera difusa en muchas ocasiones.
En el diagnóstico distrital elaborado recientemente por los equipos de la modalidad de Psicología Comunitaria y Pedagogía Social se pueden observar claramente algunos de los elementos o factores que colocan a diversos grupos en situaciones críticas: violencia familiar, abandono, recursos insuficientes y familias con necesidades básicas insatisfechas, rol del referente adulto ausente o debilitado, jóvenes solos, embarazo adolescente, fracaso escolar
Como sabemos, la falta de autoridad obtura la posibilidad de aprendizaje e impide la posibilidad de resolver los conflictos pacíficamente. Esto mismo se extiende al ámbito escolar, donde la autoridad pedagógica es una condición estructural para la eficacia de la acción pedagógica.
Por ello, la familia misma ya no está como respaldo de la tarea educativa, sino que en muchos casos son discordantes con los objetivos de la escuela. Esto, por un lado, nos lleva a la necesidad de recuperar una escuela crítica, frente a una meramente reproductivista, en condiciones de abordar los desafíos de este presente.
Lo que está en el centro del problema es la posibilidad de enfrentar esta realidad tal cual es sin por ello abandonar el ideal de la institución educativa de producir conocimientos en individuos con pensamiento reflexivo y capacidad crítica. “Un sujeto activo, crítico- reflexivo, protagonista, es el que no se conforma con las cosas como son”.
Aceptar la complejidad de la crisis y tratar de pensarla, encontrando modos de hacerlo operativo. Es decir, nos encontramos ante una realidad nueva, debiendo lograr una percepción correcta de la complejidad del problema y con la necesidad de construir algún instrumento práctico para operar sobre ella.
Debemos generar espacios de reflexión, de crítica, de pensamiento, de elaboración que permitan reconstruir, con la comunidad en su conjunto mínimos criterios que permitan establecer reglas de convivencia. La tarea es la construcción de espacios reflexivos críticos con sujetos autónomos.
Estos deben ser dispositivos abiertos, generados desde la comunidad y con el protagonismo de los conjuntos sociales implicados. De esta manera aportamos a la atenuación de los efectos negativos que se producen sobre el grupo familiar.
El diseño de dispositivos de atención de situaciones de vulnerabilidad familiar comunitaria con impacto en la vida educativa de niños, niñas, adolescentes y jóvenes exige conocer en profundidad los factores sociales que inciden en las diferentes manifestaciones de la problemática. Factores que deben articularse a la particular situación del sujeto y del contexto; esta articulación sólo es posible con la participación de los implicados.
Es posible pensar en otros soportes educacionales en la empresa de promoción cultural de los más jóvenes (particularmente, de los sectores más vulnerables social, cultural y económicamente), ofertando lugares de trabajo pedagógico articulados en redes, que construyan circuitos, en relación a los cuales los sujetos puedan recorrer, experimentar, otras posibilidades sociales: nuevas tramitaciones, nuevas bifurcaciones devienen posibles. Podríamos pensar, por ejemplo, cómo dar soporte a los niños y los adolescentes para que puedan mantener, con éxito, su escolaridad y acceder a lo social amplio y plural. Proporcionar a los sujetos recursos que posibiliten su acceso a las redes sociales atravesadas por la lógica de las nuevas tecnologías de la información.
El desafío planteado desde la perspectiva de la pedagogía social y a la educación social, puede definirse en términos de construcción de plataformas múltiples, diversas, capaces de dar al sujeto de la educación un lugar de protagonismo en sus procesos de adquisición y consiguiente apropiación, transformación y uso de los saberes y conocimientos en juego en lo local y lo global, abriendo nuevos espacios para albergar su subjetividad. Nuevas oportunidades para dar lugar, para restituir, la dimensión del sujeto.
Entonces se trata de tener la posibilidad de intervención, desde la perspectiva de la promoción de derechos de niños, niñas, jóvenes y sus familias, que vivan en una situación de vulnerabilidad socio educativo, con un abordaje grupal, interdisciplinario, a partir del desarrollo de espacios de reflexión, que permitan a los involucrados reconocer la naturaleza del problema, fortalezas y debilidades, recursos propios y comunitarios, generando de este modo una acción transformadora.

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